Diario Vasco

Pasillo de medio kilómetro

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Muchos aficionados escoltaron al pelotón en los tres pasos por la carretera de Arrate. / MORQUECHO

  • Animados por el triple paso por la cima, centenares de aficionados al ciclismo poblaron las inmediaciones de Izua

EIBAR. Arrate triplicó ayer su atractivo para el aficionado al ciclismo. La Vuelta al País Vasco aumentó de dos a tres el número de pasos por una subida legendaria que desde 2016 posee dos nuevas vías. No las descubrió Alberto Iñurrategi, sino Organizaciones Ciclistas Euskadi, dispuesta a encontrar alicientes para una ascensión puesta en entredicho por los resultados de los últimos años.

La buena meteorología, el sol y una temperatura agradable invitaban a asistir en directo a la etapa de montaña de la presente edición. Gente en bicicleta subió por las dos vertientes que pusieron a prueba las piernas de los ciclistas: la tradicional, más amplia y transitada, y la de Matsaria, con carretera estrecha y rampas del 22%. Queda aparcada, al menos de momento, la vertiente de Azitain, ensayada en la contrarreloj individual del año pasado.

Algunos eibartarras optaron por un paseo a pie. Como antaño. Como sucedía en las primeras décadas de la Subida a Arrate, aquella prueba en frío en la que Federico Martín Bahamontes agrandó su leyenda. Muchos, sobre todo los que llegaron desde más lejos, prefirieron desplazarse en automóvil, aparcar el vehículo en una zona segura y recorrer unos metros hasta encontrar la posición idónea desde la que animar a los ciclistas.

La mayoría de los espectadores se congregaron cerca del cruce que separa el camino al santuario de Arrate y el que lleva a la cima de Izua. Fue el punto estratégico del día ya que permite estar cerca de cualquiera de los tramos decisivos de la jornada. Cerca de ese lugar desemboca asimismo la ascensión a través del barrio y del polígono industrial de Matsaria, decisivo en el desenlace y, sin duda alguna, el puerto de mayor exigencia coronado esta semana en la carrera.

Improvisaron dos hileras que dejaron el espacio suficiente para que el pelotón transitara sin más problemas que los propios de la pendiente. Mayoría de ikurriñas, por supuesto. Una, original, llevaba el nombre de Haimar Zubeldia. Los seguidores de los hermanos Izagirre también se dejaron escuchar. Sonaron con fuerza los gritos a favor de Jon y Gorka. De todas maneras, ninguno de los componentes del pelotón se quedó sin ese ánimo que tanto agradecen los ciclistas.

Un pasillo de medio kilómetro que comenzaba a 500 metros del alto de Ixua y terminaba bajo la pancarta de montaña arropó a los corredores en las dos primeras ascensiones. Gente a derecha e izquierda, quieta, pendiente de no molestar a los protagonistas.

Mientras la carrera entraba en los últimos treinta kilómetros, esa misma gente comenzó a redistribuirse para asistir al momento decisivo, para buscar ese punto donde su favorito iba a lanzar el ataque definitivo o iba aguantar la acometida del rival.

El esfuerzo, a un metro

La carretera que procede desde Matsaria posee rampas espectaculares donde apreciar el esfuerzo máximo sobre la bicicleta. También curvas de herradura en las que la pendiente se acentúa en la salida.

Aunque nos hemos habituado a seguir las grandes carreras a través de retransmisiones televisivas que permiten un seguimiento instantáneo de todos los movimientos y detalles, vivir el ciclismo desde la cuneta guarda un encanto que no va a perder nunca. Animar a tu corredor, ver tanto al primero como al último, comprobar dónde sube cada uno de los protagonistas, medir el tiempo de diferencia con tu cronómetro en lugar de esperar las noticias del GPS son costumbres que se mantienen intactas. Incluso con lluvia. Pero mejor aún con una tarde de primavera tan espléndida como la de ayer.

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