Diario Vasco

Desde el frío de Urbasa al abanico de Vitoria

  • González Linares relata el desarrollo de sus cuatro victorias y algún que otro entresijo en el seno del equipo Kas

1972. El bocadillo de Fuente. «La primera etapa terminaba en el alto de Santo Domingo, en Bilbao. En la carretera de la costa, cerca de Lekeitio, se formó la escapada buena con Jesús Manzaneque, Esperanza, Pesarrodona y yo. En la subida a Sollube se rezagaron Pesarrodona y Manzaneque. Me quedé en cabeza con Esperanza, que venía a rueda. No relevaba. Anton Barrutia, mi director en Kas, me dijo que si no le soltaba tendría que mover a los que venían detrás. Ataqué en un repecho y me fui solo. Cogí el liderato y lo llevé hasta el final. La etapa más dura fue la del día siguiente, que acabó en Pamplona. Caía agua nieve en Urbasa. Mis compañeros del Kas trabajaron a fondo durante todo el día. Hacía un frío de miedo. Nos quedamos en cabeza seis o siete corredores y mi único apoyo era López Carril. Atacaban todos. Pudimos mantenerles a raya hasta Pamplona. Ese día la gente cogió unas pájaras terribles. Por lo demás, Kas controló de maravilla la vuelta y Txomin ganó la última etapa en solitario en Arrate. En la general terminé con 9:00 de ventaja sobre Jesús Manzaneque». Se trata de la mayor ventaja en la época moderna de la Vuelta al País Vasco, que abarca desde 1969.

Tampoco Txomin Perurena ha olvidado aquella etapa entre Bilbao y Pamplona. «Iba descolgado y llegando al Perdón me encontré a Fuente, al Tarangu, apoyado de frente contra la pared de una casa mientras orinaba. Había pedido un bocadillo y estaba esperando a que se lo entregaran. No llevaba dinero encima y prometió pagarlo. Cumplió. La siguiente vez que pasó por allí paró y pagó».

1975. Decide la contrarreloj. «Me hice con el maillot de líder el segundo día, en una contrarreloj de 35 kilómetros en Iratxe, y no tuve ningún problema para conservarlo. Hubo otra crono más corta, de ocho kilómetros, en Hondarribia, donde acabé segundo y mantuve la ventaja. El equipo Kas mantuvo controlada la carrera».

Perurena añade que «no corrí esa edición. Linares era el que más andaba en esa época del año. El frío le iba mejor que a ningún otro. De la Vuelta al País Pasco salía el equipo que a los pocos días disputaba la Vuelta a España. Hacíamos dos rondas de tres semanas sí o sí. Eso era innegociable. Ahora bien, ya al comienzo de la temporada sabíamos a cuáles íbamos: Vuelta-Giro o Vuelta-Tour en la mayoría de los casos.

1977. Corte en la Llanada Alavesa «Otra edición de muchísimo frío. Se retiró mucha gente. Yo no llevaba botines porque me sentía incómodo. Me colocaba plásticos por fuera y calcetines por dentro. Por supuesto, nada de perneras. La ropa de los ciclistas ha cambiado una barbaridad desde nuestra época. Muchas pájaras eran porque el frío dificultaba comer. Ibas tiritando. Había ocasiones en las el tembleque era tal que llegabas a pensar que se te había roto el cuadro de la bici. El cuadro, por supuesto, estaba bien».

Linares sigue con el relato de aquella edición: «La primera etapa se disputaba en dos sectores. Elorriaga ganó la contrarreloj de la mañana en las calles de Hondarribia. Por la tarde íbamos a Altsasu. Arranqué en un repecho, cogí ventaja y crucé en solitario la línea de meta con una buena ventaja. Al día siguiente, más fío. Nieve seca y viento lateral. Los extranjeros salieron a tope y formaron abanicos a la altura de Vitoria. Me subí al último vagón gracias a un empujón de Txomin. Si no es por él... Nos dirigíamos hacia Aretxabaleta. Fue la jornada decisiva. Mantuve el minuto de ventaja hasta la conclusión de una carrera en la que dos belgas me escoltaron en el podio final».

1978. Fuga para asegurar. «Los corredores del Kas fuimos líderes desde el principio. Primero Viejo, luego Martínez Heredia, más tarde Nazabal... Pero no conseguíamos cerrar la carrera. Dominábamos sin una ventaja clara y teníamos cerca a algún rival. Quedaba la etapa final con dos sectores. Por la mañana salíamos de Vitoria y entré en una escapada con Pozo, compañero del Kas, y unos portugueses. Vélez, mi director, nos ordenó tirar hacia delante. No nos relevaba nadie. Ataqué antes de empezar a bajar Arlaban y subí solo Salinas la Vieja. Llegué con mucha ventaja a Aretxabaleta y sentenciamos la vuelta antes de la cronoescalada final a Untzilla, que era por la tarde».

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